miércoles, 11 de septiembre de 2024

PUBLICACIÓN DEL RELATO GANADOR DEL XI CONCURSO DE RELATOS "UNA HISTORIA EN EL CAMINO"

 

Bulliciosos gorriones

Autor: José Ángel Romano                                                      

                                                          Gijón, una tarde de junio

Hola, querido amigo.

 

Espero que estés bien. En este momento siento que estoy con vos en Buenos Aires, en el Café La Paz, ese bar que cobijó nuestros sueños y al que bautizáramos como nuestro atelier. Recuerdo aquellas noches en las que la madrugada nos sorprendía a los tres en plena arquitectura de ideales, dibujando las costas de aquella isla de Tomás Moro. Ella decía que el sonido de las conversaciones en el bar parecía el nocturno bullicio de gorriones posados en las ramas de un árbol frondoso.

Yo disfrutaba de ser testigo del amor que ustedes se tenían, de las discusiones sobre Camus y Sartre, de cómo se le encendían a ella sus ojos negros cuando te esgrimía a Simone de Beauvoir o hablaba del mayo francés. Sospecho que todo eso fue la semilla que años después, ya radicado en Cuenca, hizo nacer en mí el afán de escribir una novela sobre la historia de ustedes, mía también por la extensión de la amistad; sentí que escribirla sería una forma de hacer una declaración testimonial de aquellos tiempos en los que intentamos ser lo que nos pedía la piel urgente de la época y el clamor de nuestros sueños. Me caló hondo lo que me dijiste una vez sobre que quienes escribimos resultamos ser muchas veces cartógrafos de geografías de dolor.

¿Te acordás de aquella noche de octubre el día de su cumpleaños, cuando le llevé como regalo un casette con temas que le gustaban? Ella leyó los títulos y se puso a entonar “La Balsa”. Resuena en mi memoria su voz, ¡qué lindo cantaba! ¿Y esa vez que volvió furiosa del conservatorio, enojada con lo que estaba pasando y se puso a tocar con su violín, en la puerta del Café, los acordes de “La marcha de la bronca"? ¡Qué carácter tenía!  

¡Perdoname!, me dejé llevar por la emoción y los recuerdos. Sucede que estoy haciendo el Camino de Santiago, es una experiencia fantástica en todos los sentidos que se te ocurran, que te pone frente a paisajes geográficos, culturales y al propio mundo interior. Hace unas semanas lo comencé en Irún, el viaje retrospectivo y los soliloquios que vengo teniendo han ido movilizando mis recuerdos. Pasan por mi mente, sin solución de continuidad, un montón de imágenes en blanco y negro. Días pasados, a la salida de un pueblo llamado Ribadesella, encontré un bonito conjunto de piedras pintadas, una de ellas decía: “El Camino es la misma vida”. Me quedé un largo rato ahí, caminando por mi interior. Ratifiqué lo importante que fueron ustedes en mi existencia y me di cuenta de que llevo demasiados años acá, sin regresar. En ese momento vino a mi mente aquella noche cuando nos enteramos de que se la habían llevado. Todavía me lacera tu dolor y me sigue angustiando la insistente e infructuosa manera con la que intentamos averiguar su paradero. Ya sabés lo que me pasó después y la urgente necesidad que tuve de marcharme. Fueron años muy duros hasta que logré hacerme un lugar acá y poder vivir de lo que más amo hacer. Es muy fulera la añoranza, además. Me golpeó terriblemente la carta tuya que recibí meses después de mi llegada en la que me contabas lo que finalmente le habían hecho a ella. Que duro precio pagó por la nobleza de sus ideales y su lealtad. El día que recibí tu carta lloré por la impotencia que me provocaba no estar a tu lado para abrazarte.

Como si fuera poco todo lo que te pasó estoy haciendo que lo revivas, me siento un egoísta metido en mi propio laberinto. En realidad, te escribo para contarte que, después de muchos intentos y de resolver procesos interiores, por fin logré escribir aquella novela, “Bulliciosos gorriones” es su título. El veinticinco de octubre la editorial hará su presentación en Madrid, en la Casa de las Américas y ellos te van a escribir invitándote a participar de la misma. Cuando me dijeron que esa era la fecha se sacudieron mis cimientos sensibles y pensé en los curiosos mensajes que a veces llevan en su vuelo ciertas casualidades.

Aunque sé de tus impedimentos deseo de todo corazón que puedas venir, hace muchos años que perdido en la distancia anda dando vueltas un abrazo. De todas maneras, estoy seguro de que ese día, entre las palabras que yo diga o en las lágrimas que sin duda me aflorarán ella estará presente y por extensión, aunque no vengas, vos también.

Con la ilusión de verte acá en ese momento te mando esta carta.

                                                                                                       Tu amigo del alma